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Editorial: Economista, Martín Tetaz: ¿Cuáles son las causas de la inflación y cómo se combate?

Por Martín Tetaz

“Las altas tasas de interés reales fueron inefectivas en generar una desinflación sostenible en el pasado reciente” concluyó el Banco Central, en el comunicado en el que anunció una nueva baja de las tasas de referencia, al 50%, en un contexto en el que la inflación de diciembre cerró en 3,7% y las mediciones de alta frecuencia muestran que en enero rondará el 4%. En rigor, la tasa de política está bajando aún mas fuerte porque los Pases que ya concentran el 50% de los pasivos remunerados del BCRA, pagan solo 45%

Parafraseando al ex presidente de la Universidad de Harvard, Derek Bok, si las tasas reales altas le parecen inefectivas en generar una desinflación sostenible, pruebe con tasas reales negativas.

Es cierto que la cosa podría haber sido peor. En la previa a la asunción del nuevo presidente, sectores hoy marginales del nucleo de poder peronista, como el Secretario general de la UTA, Roberto Fernandez, decían que  “Alberto va a tener que darle a la maquinita porque hay que meter plata en el mercado” mientras que la diputada Fernanda Vallejos, elejida por Cristina para encabezar la lista de la Provincia de Buenos Aires en las elecciones del 2017, sostenía que “ Un Estado soberano en terminos monetarios no necesita pedir dinero porque lo puede crear”.
Convengamos que con ese antecedente, tanto el presidente del Banco Central, como el Ministro de Economía, parecen Milton Friedman.

No obstante, las declaraciones de los funcionarios, empezando por las del propio presidente, que esta semana le pidió a los ciudadanos que lo ayuden a controlar el programa de Precios Cuidados, porque el control de la inflación dependía de que las empresas no rompieran los acuerdos, nos retrotrae a las discusiones de la década del 80, que terminaron con la designación de la cúpula de Bunge y Born en el Ministerio de Economía, en el convencimiento de que eran ellos los responsables del problema y por lo tanto, los únicos que podían pararlo.

La propia experiencia argentina en los 90 y la de los 35 países que eliminaron la inflación en los ultimos 30 años, nos debería bastar para enterrar para siempre ese debate que ahora vuelve.
¿Entonces que es lo que la ciencia sabe sobre la inflación?

Lo primero que sabemos es que la inflación y los precios altos son dos bichos distintos. Los programas como Precios Cuidados, si están bien diseñados (no es el caso), pueden servir para bajar el nivel de precios, pero la inflación no es el nivel, sino la velocidad a la que van los precios. El proceso que gobierna la velocidad a la que van los precios (nominalidad) es completamente distinto al que regula el nivel de los precios relativos de la economía. Si los salarios y los precios en la góndola del supermercado estan subiendo al 40%, la culpa no es ni de los comerciantes, ni de los gremios; hay un factor subyacente que está empujando los dos. Pensar que la inflación es un fenómeno de costos y que reprimiendo los salarios se contiene, es asumir que los industriales y los comerciantes son estúpidos, que no quieren ganar más plata y que si bajan los costos, bajarán los precios, aún cuando la demanda esté dispuesta a pagar más. Pensar que la inflación es culpa de los supermercadistas o de los empresarios implica seguir asumiendo que son tontos, porque si podían cobrar un precio mas caro ayer, ¿porqué esperar hasta hoy para aumentar?

Lo segundo es que la inflación es obviamente un fenómeno monetario, porque refiere al aumento de los precios del promedio de los bienes, en relación al denominador común que es la unidad monetaria; en nuestro caso el peso. ¿Pero podrían aumentar los precios sin que aumente la cantidad de dinero? La respuesta es que sí, por dos razones; la primera es que puede aumentar la velocidad de circulacion del dinero y del mismo modo que ocurriría si las botellas se reciclan con mas frecuencia, en cuyo caso harían falta menos botellas, si la gente se apura a desprenderse de los pesos, se necesitarán menos unidades monetarias para hacer todas las operaciones de la economía y el sobrante generará inflación. La segunda razón es que si todos piensan que habrá X% de inflación y se adelantan remarcando (profecía autocumplida), los precios subirán igual, pero en este caso no alcanzarán los medios de pago existentes para cubrir todas las transacciones, por lo que escasearán los medios de pago y subirá el costo de la liquidez (tasa de interés), frenando la economía hasta que bajen los precios.

En resumen, para bajar la inflación es necesario tener políticas fiscales y monetarias prudentes, que progresivamente frenen la tasa de crecimiento del dinero de una manera sostenible en el tiempo (de allí la importancia de la disciplina fiscal) y un mecanismo de coordinación de expectativas que logre que el proceso de fijación de precios se desacelere a la misma velocidad, para que no se produzca una recesión durante el proceso. Ese mecanismo puede ser un ancla de precios (tipo de cambio, tarifas, salarios, acuerdo de precios de consumo masivo, etc), o la construcción de credibilidad de una autoridad monetaria cuya política sea seguida por los actores de la economía. La magia no funciona. El voluntarismo tampoco. La represión, menos.

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