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Ciudad de Buenos Aires: Informe Económico Semanal del Banco Ciudad
En la última semana se dieron a conocer un gran número de indicadores económicos, los cuales, ya en el cierre del año, aportan una mirada global de los avances y efectos del proceso de estabilización en marcha. Los datos fiscales de noviembre mostraron que se continúa con la consolidación de las cuentas públicas, al tiempo que las cifras de los balances comercial y cambiario evidenciaron una mejora en las cuentas externas. En línea con esto último, la mayor estabilidad alcanzada por la cotización del dólar incidió en la evolución de los precios mayoristas, que registraron en noviembre una variación prácticamente nula contra el mes previo. Por otra parte, la contracara de este proceso de corrección de los desequilibrios macroeconómicos que aquejan a la economía argentina se deja ver en los datos de actividad, con una caída en el Producto Bruto en el tercer cuarto del año, la cual empieza a mostrar una incidencia (por el momento marginal) en el mercado laboral, tanto en los datos de desempleo como subempleo.
En lo que hace a los números fiscales, en noviembre, el déficit primario resultó 13,9% mayor al del mismo mes de 2017, lo que representó una contracción de 23% medido en términos reales (corregido por inflación). Con estos datos, el déficit primario acumulado en los primeros 11 meses del año presentó un descenso de 28,4%, llegando a contraerse un 47% ajustado por inflación. En el año, la brecha entre el ritmo de crecimiento de ingresos (+30,4%) y erogaciones (+22,4%) promedió los 8 puntos porcentuales, con un gasto primario que se redujo 7,7% en términos reales y alcanzó su menor nivel de los últimos 6 años, acumulando una disminución de 14% desde 2015. Así, en los primeros 11 meses de 2018, el déficit primario resultó equivalente a 1,5% del PIB, número que garantiza el cumplimiento de la meta de 2,7% del Producto prevista para el corriente año, pese a los mayores gastos sociales incurridos durante diciembre.
Por el lado de las cuentas externas, en noviembre se consolidó el superávit comercial que comenzó a vislumbrarse en meses previos, alcanzándose el saldo positivo más importante desde mediados del año 2014. El ajuste de la paridad cambiaria combinado con una menor actividad económica impactó en las importaciones (-29,2%), a la vez que empezó a verificarse una recuperación más palpable de las exportaciones (+14,5%). Ello dio lugar a un superávit comercial de USD 979 millones, en lo que fue el tercer saldo positivo consecutivo y que triplicó al verificado en promedio en septiembre y octubre.
Complementariamente, los datos del Balance Cambiario elaborado por el Banco Central también exhibieron en noviembre una menor demanda de dólares para atesoramiento por parte de inversores locales, tanto empresas como individuos. El mes pasado, la denominada “Formación de activos externos” totalizó USD 408 millones, alcanzando su nivel más bajo desde que se eliminara el “cepo cambiario” (salvo por diciembre de 2016, cuando impactaron los ingresos de divisas asociados al “Blanqueo”). Dicha demanda de dólares representó menos de una décima parte del pico verificado en mayo (USD 4.616 millones), cuando la dolarización de carteras había jugado un rol central en los movimientos cambiarios.
Por su parte, como resultado de la mayor estabilidad que ha venido mostrando el tipo de cambio, los precios mayoristas continuaron desacelerándose, habiendo arrojado en noviembre una variación de apenas 0,1% mensual, la más baja desde que el INDEC volvió a publicar este indicador, a comienzos de 2016. Tras los fuertes incrementos de los dos meses previos, el freno que muestran los precios mayoristas representa una buena noticia, en la medida que tendería a restar presión a la inflación minorista en los próximos meses.
La contracara de todos estos movimientos es que los datos de las Cuentas Nacionales continúan reflejando una contracción de la actividad agregada. En el tercer trimestre del año, el Producto Bruto presentó una contracción de 3,5% interanual, promediando una caída de 1,4% para los primeros 9 meses de 2018 con respecto a un año atrás. Por otra parte, se registró una baja de 0,7% para el tercer trimestre en relación al segundo (medida sin estacionalidad), la cual si bien implicó una desaceleración respecto a la caída observada en el trimestre previo (cuando se había visto fuertemente afectada por el impacto de la sequía), representó técnicamente el inicio de un nuevo período recesivo, el cuarto en los últimos ocho años.
Como se señaló, la contracción de la actividad agregada comenzó a verse reflejada en los indicadores del mercado laboral, aunque aún de forma algo tenue. En el tercer trimestre del año, las personas que se sumaron al mercado de trabajo no pudieron ser absorbidas plenamente por el leve incremento verificado en la tasa de ocupación (+0,1 puntos porcentuales en relación a igual período de 2017), por lo que el desempleo trepó al 9,0%, situándose 0,7 puntos porcentuales por encima del 8,3% del tercer cuarto de 2017. A esto se sumó, además, un incremento en la tasa de subocupación, que pasó a representar al 11,8% de la población económicamente activa (versus 10,8% un año atrás).
En síntesis, pese a los costos en materia del nivel de actividad, el año 2018 culmina con una mayor estabilidad de las variables nominales tras las turbulencias registradas entre mayo y septiembre, que junto con una tendencia a la corrección de los desequilibrios macroeconómicos heredados, sienta bases más sólidas de cara un desafiante 2019, tanto en el frente externo como interno.