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Editorial: Economista, Martín Tetaz: El cisne negro

Por Martín Tetaz

En economía se llama de esa manera a los eventos muy poco probable con consecuencia imprevisible y potencial de ser devastadores. Arabia Saudita acaba de patear el tablero de la OPEP, anunciando descuentos de entre 6 y 8 dólares por barril, de un petróleo que venía noqueado por efecto del coronavirus. El primer resultado es un derrumbe de los precios en los mercados asiáticos, un WTI en 30 dólares y un Brent en 33. Inmediatamente se devaluarán las monedas de los países exportadores como México, Colombia y Venezuela (aún mas), con la consecuente huida de capitales de emergentes, que generará una segunda ronda de devaluaciones. El impacto se contagiará a las principales bolsas del mundo porque los fondos buscarán refugio en el oro y en los bonos americanos. La economía buscará un nuevo equilibrio, que puede favorecer a los importadores netos, pero es imposible prever los efectos de segundo orden, que se irán viendo en la ruta de los petrodólares.

Hace unas semanas advertíamos sobre los riesgos externos, que tenían que ver con el enfriamiento global de la actividad, que se notaba sobre todo en Europa, pero que también afectaba la producción industrial en los Estados Unidos, que sostenían el auge del ciclo económico por el boom de la construcción y cuya contrapartida era que China había bajado la tasa de crecimiento al 6% anual. En la región, la inestabilidad política mantenía a los flujos de capital afuera, al tiempo que Brasil se mostraba errático, con datos que nos hacían pensar en un crecimiento moderado. En el país todas las fichas estaban puestas en la reestructuración de la deuda y nuestra expectativa era que, si se resolvía ese tema, se quebraban las expectativas y podían volver al circuito de la inversión y el consumo los 20.000 millones de dólares que se habían atesorado en los últimos 18 meses, por encima del ritmo habitual de dolarización de ahorros que caracteriza estructuralmente a la Argentina.

Pero este Cisne Negro pone todo feo, muy feo.  Al Corona Virus por un lado y el virus de la mala praxis de la deuda, cuyo caso cero fue el papelón de Kicillof con el intento fallido de reperfilar el BP21, pero que después se propagó a Nación con el AF20, se le sumó la incertidumbre global que disparó el derrumbe del petróleo y su impacto en los mercados.

El caso más ilustrativo del efecto que estaba teniendo el pánico por el virus es el de la empresa Fravida de Lanús, que según BAE recibió una orden de 20.000.000 de barbijos por parte de un distribuidor de Corea del Sur, pero no la puede cumplir porque las dos máquinas que compró en China para aumentar la producción paradójicamente no llegan, por culpa del virus.

Como acababa de advertir el Fondo Monetario, que puso a disposición de las economías emergentes afectadas 50.000 millones de dólares, el shock era de demanda y oferta simultáneamente. De oferta porque por las cuarentenas y restricciones se desplomó la actividad industrial y de servicios en China y eso está teniendo un efecto multiplicador por dos vías; la primera es que se está contagiando a otros sectores fuera de China, en la medida que el virus llega, por ejemplo, en el norte de Italia; la segunda es que, como en el ejemplo de Fravida, buena parte de la producción china que se está cayendo son insumos del proceso productivo de otros países. En un mundo que reemplazó el paradigma de producción centralizado, por cadenas de valor globales, la producción se corta por el eslabón más delgado, que hoy es China, pero que se está propagando a otras industrias que están en los eslabones siguientes.

Pero el shock también era de demanda, porque por el pánico sufre el turismo pero también caía la demanda de cualquier actividad que se hiciera en espacios multitudinarios, como los espectáculos deportivos o culturales, pero también el shopping y el transporte. Para muestra basta un botón; en la crisis del 2009, por efecto de la gripe A, la actividad en restaurantes y hoteles cayó 12% en Argentina.

Además, indirectamente, si se derrumba la demanda global caerá la demanda de los bienes que exporta la Argentina, empezando por las carnes que tienen como principal destino a China y siguiendo por el precio de los commodities como la soja, el trigo y el maíz.

Un tercer canal que complica el panorama es el financiero. A la moneda brasileña que ya venía sufriendo una fuerte devaluación se le suma el impacto del shock petrolero que presionará aún más sobre el Real, metiéndole presión al dólar oficial en Argentina, que no podrá resistir mucho esa tendencia devaluatoria global. Sobre llovido, estamos viendo un vuelo a calidad espectacular por parte de los fondos globales, que huyen de los mercados emergentes y corren a los bonos americanos que están en su rendimiento más bajo de la historia, con el título del tesoro a 10 años pagando solo 0,77%, una tasa real negativa que convirtió a esos papeles en una caja de seguridad bancaria.

Economía

En el terreno local, como era previsible, ninguna de las medidas, supuestamente redistributivas del gobierno, sirvieron para reactivar. Las mediciones desestacionalizadas muestran a la actividad estancada en enero y hay sospechas de que las paradas de planta que habitualmente se hacen en el verano, favorecieron los datos de este año. Hay sectores completamente hundidos como la construcción que cayó 13,5% en enero y aunque buena parte de ese efecto es arrastre estadístico, los despachos de cemento cerraron febrero 25% abajo del año pasado y no parece que la reactivación esté cerca, aunque todavía los permisos de edificación hacen pie. Y en medio de este contexto desfavorable, el gobierno se pelea con el campo por una recaudación potencial de 400 millones de dólares, poniendo en riesgo la actividad de todo el interior del país.

A la economía no le sobraba nada y todas las fichas estaban puestas en el canje de deuda que debería ocurrir en las últimas dos semanas del mes, pero que dadas las condiciones y si el gobierno no alcanza un acuerdo con el fondo antes, es posible se postergue un tiempo.  Se vienen tiempos muy difíciles.

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