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Editorial: Economista, Martín Tetaz: El póker de Guzmán
Por Martín Tetaz
Para los que no lo juegan, el póker es una suerte de truco con cartas francesas, pero le agrega al tradicional juego rioplatense una cuota de azar que lo convierte en una mejor metáfora para pensar las negociaciones como la que está llevando adelante el gobierno nacional.
Igual que el truco, el póker comienza con un reparto de cartas a los participantes. En su versión más comercial, el Texas Holdem, cada uno de los que está sentado en la mesa recibe dos naipes, que analógicamente podríamos identificar como “la herencia”. Allí ya se abre una primera ronda de apuestas donde el objetivo de cada participante es conseguir información en un contexto complicado porque no conoce cuales son las alternativas que barajan los opositores y cada uno tienen incentivos para tratar de engañar al otro, a punto tal que no es poco habitual que cada tanto alguien se robe un pozo con un 7 y un 2 de distinto color, que es el equivalente del 4 de copas, en una mano donde además se ligaron tres palos distintos.
Algo parecido a esto quiso hacer el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires cuando les dijo a los acreedores del BP21 que vencía el 26 de enero, que no tenía plata para pagarlo y que abría una instancia para que los bonistas dieran el consentimiento de postergar el pago.
Pero en el póker, son claves las apuestas. Lo normal es que quien pretende tener una mano ganadora lo señalice poniendo sobre la mesa una cantidad de dinero que guarda una proporción con lo que ya hay en el pozo. Puede ser que apueste el mismo monto que ya está sobre la mesa, un poco más o un poco menos, pero rara vez alguien haría una apuesta de 100 dólares para llevarse un pozo de 10. Y esto es lo primero que llamó la atención de los fondos en la actitud de la provincia. Por que razón reprogramar un vencimiento pequeño, corriendo el enorme riesgo de entrar en default, rifándose el capital político que acababa de conseguir en octubre pasado. En póker, ese tipo de apuestas que no tienen mucho sentido se llaman “donk bets”, o apuestas tontas, y se toman dependiendo de quien vienen; pueden estar señalizando un jugador aficionado que todavía no entendió que está hablando a través de sus apuestas y que acaba de transmitir un sin sentido, pero también puede tratarse de un jugador profesional experimentado y sofisticado, que está tendiendo una trampa a algún incauto. Por ejemplo, alguien poco conocido que recibe un par de ases (AA es la mejor mano posible en el póker), puede ensayar una donk bet demasiado pequeña, o grande, para que alguien que no lo conozca lo tome por ignorante y entre en la jaula.
La segunda característica principal del póker en su versión Texas Holdem, que lo distingue del truco, es que uno puede haber recibido las mejores (o peores) cartas como herencia, hacer sus apuestas, y encontrarse luego con que el azar hizo añicos (o mejoró sustancialmente) su mano, porque después de repartirse esos dos naipes iniciales a cada uno, se ponen sobre la mesa cinco cartas comunitarias, con las que cada jugador puede mejorar su juego. Entonces si alguien había recibido un par de ases (AA), pero entre las comunitarias hay tres cartas del mismo color, o con una secuencia que permite una escalera, puede encontrarse enfrente de un contrincante que no tenía nada al principio, pero que conectó por absoluto azar un juego superior, gracias a las cartas comunitarias. Si por culpa de una epidemia caen 8% los precios de los commodities y se da vuelta el ingreso de capitales a los países emergentes, como acaba de ocurrir a partir del brote de Corona Virus, la mano que tenían los acreedores se debilita, porque independientemente de la voluntad de pago argentina, habrá menos excedentes para cumplir con los eventuales compromisos. Por el contrario, si la misión del Fondo Monetario en su visita de esta semana dice que la deuda argentina no es sostenible con alta probabilidad, se fortalece la mano que tiene el gobierno porque una quita razonable ya no puede ser interpretada como falta de voluntad de pago. Solo así se entiende la reluctancia del ejecutivo para comunicar su plan fiscal y monetario, porque cuando lo explicite quedará claro el flujo de dinero que piensa destinar a cumplir con los compromisos de deuda y cualquiera con un Excel podrá unir los puntos y calcular cual es la quita en la que está pensando.
Y esto nos lleva a la última lección del póker; la apuesta por valor. Cuando uno está convencido que tiene la mano ganadora y aún queda una ronda de apuestas, debe elegirse con mucho cuidado la cantidad de fichas a poner sobre la mesa; una apuesta demasiado pequeña es como exprimir una naranja con la mano menos hábil; uno no recibe permanentemente el mejor juego y una vez que los astros se alinean quiere sacar el mayor jugo posible. Después de todo, la probabilidad de tener cartas buenas o malas es la misma para todos; la diferencia entre un jugador bueno y uno malo, es que el bueno aprovecha mejor las circunstancias favorables y minimiza el daño en las malas. Pero si la apuesta es demasiado grande, el oponente olerá la rata, se irá al mazo y no conseguiremos sacarle un solo peso más a nuestra mejor mano.
La clave de la apuesta de valor en la negociación de la deuda pasa, como en el póker, por conseguir información. Una propuesta de canje demasiado agresiva no será aceptada y una que se quede corta, no podrá ser pagada. Lo ideal sería saber exactamente cuál es el límite de cada acreedor, para construir las mayorías que exigen las cláusulas de acción colectiva (CAC), al menor costo posible; calibrar la apuesta al punto límite que nos permite que sea pagada por el oponente, evitando que se vaya al mazo. Por eso el gobierno no puede anticipar su política económica, porque ese es el último paso que dará, cuando haya conseguido toda la información que necesite y haga su última apuesta, que seguramente será ALL IN, jugándose por completo y tirando la llave por la ventana, para que no le pase lo mismo que al gobernador.